FRANCISCO IGARTUA
EDITORIAL "LA OROYA" y
"EL ANGEL"
Oiga 19/12/62
Cuando el informe
"Little" -insospechado de extremista- afirmaba que la situación
económico-social del Perú era tan grave que se debía considerar al país como en
emergencia nacional, "en estado de guerra" contra la miseria y la
desocupación, muy pocos tomaron en cuenta estas palabras y los más se alzaron
de hombros, considerándolas advertencias de teóricos ilusos. Igual actitud
asumieron estos satisfechos ciudadanos cuando el Abate Pierre y el Padre Lebret
hicieron afirmaciones similares sobre la dramática y explosiva realidad
peruana. Y recién ahora, cuando los desposeídos del Perú se lanzan a las calles
y a los campos en tono airado, buscándole pelea a la fuerza pública, comienzan
a reaccionar. Pero, más poniendo cara de espanto que decidiéndose a la acción.
Una acción, es claro, muy distante de la que estos buenos señores acostumbran a
soñar. No es con el empleo de la fuerza, no es a balazos, como será doblegada
la agitación social, que no sólo existe sino que se acrecienta día a día. Habrá
que reformar, de inmediato y a fondo, nuestras estructuras económicas, sociales
y hasta políticas, para que podamos respirar tranquilos los hombres de orden. Y
en esto de los hombres de orden nos incluimos, porque es tan absurdo el que se
nos considere extremistas por cumplir con nuestro deber de denunciar el peligro
social, como el no creernos gente de orden porque repugnemos de aquellos que,
en nombre del orden, han usufructuado por ciento de años de la injusticia. De
esa injusticia que es donde se ha ido gestando el clima de violencia que vive
hoy la República y del que los acontecimientos de La Oroya y de la Pampa del
Ángel son sólo muestras, por fortuna muchos menos sangrientas y explosivas de
lo que pudieron haber sido, pero sí sintomáticas de lo que pudiera ocurrir en
un futuro no lejano.
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